Parte notable y notablemente viva de la cultura popular
española, la copla ha sido durante décadas, salvo honrosas excepciones,
injustamente ignorada por el mundo intelectual y académico, víctima de caducos
prejuicios ideológicos que resulta obligado remover de una vez por todas.
Creemos, por eso, llegada la hora de escucharla, de
pensarla, de tomarla en serio. De pensar su lugar en la vida cotidiana de
quienes la han cantado, de quienes la han escuchado y de quienes, tarareándola,
la han convertido en la música de fondo de sus vidas. Los antropólogos, los
sociólogos y los psicólogos sociales pueden sentirse concernidos en ello.
Y porque, nacida antes de la guerra civil, siguió presente
en la posguerra tanto en el interior como en el exilio y se hizo escuchar
igualmente durante la transición, los historiadores pueden también sentirse
interesados en ella. No menos los filósofos y los psicoanalistas, dada la
intensidad con la que en la copla se escucha el deseo de la mujer en tantas de
sus modulaciones. Y ello incluso en tiempos de los que se decía que a ellas les
estaba prohibido nombrar su deseo.