Sin necesidad de justificar por ello los buenos viejos
tiempos de la censura, no pocos estudiosos han señalado la coincidencia entre
la denominada «edad de oro» del cine clásico y el periodo en que el Código Hays
se aplicó con particular firmeza. Aparato represivo y esplendor del cine
norteamericano se presentan inevitablemente ligados entre sí, lo que podría
parecer paradójico si no supiéramos que toda erótica requiere del tabú, y que
las puritanas prohibiciones del Hollywood clásico tal vez no redujeron el
potencial placentero de su cine, sino que constituyeron, más bien, el
fundamento de todo un modelo narrativo y de puesta en escena basado en la
interrupción y la prórroga del deseo voyeur del espectador como fuente de
placer.
Lo cierto es que el Código de Producción, conocido
popularmente por trivialidades, se nos revela como un pilar básico del edificio
hollywoodiense si tenemos en cuenta que aspiraba a regular aspectos en absoluto
anecdóticos del proyecto cinematográfico clásico: durante más de treinta años,
rigió sobre la representación de cuestiones tan centrales en cualquier relato
como el deseo, lo prohibido, la transgresión o el mal, y sobre las atracciones
visuales más primarias del cine como espectáculo, el sexo y la violencia. Tan
ambiciosa regulación, por supuesto, afectó en primer lugar al contenido y el
discurso de los textos fílmicos. Pero, al mismo tiempo, al establecer las
formas legítimas de representación de los cuerpos y articular soluciones que
permitieran abordar el pecado en sus historias, el Código tuvo que generar
necesariamente un impacto más que considerable también sobre el estilo visual y
narrativo que dominó durante décadas el cine norteamericano.
En rigor, cabe reconocer que la autorregulación no apareció
de la mano de Joseph I. Breen y la PCA en 1934, como tampoco desapareció del
todo tres décadas después con la sustitución del Código por un sistema de
calificaciones. Desde principios de siglo, los cineastas habían convivido con
reglamentos de carácter moralista similares al que regirá desde mediados de los
treinta. Por lo demás, según ciertos autores que han cuestionado la supuesta
libertad vigente durante el Pre-Code, el famoso código de autocensura fue la
consecuencia o el síntoma, más que la causa, de un determinado acuerdo en torno
a aquello que constituía una forma aceptable de entretenimiento para las élites
culturales y sociales estadounidenses: aunque no se hubiera impuesto con tal
severidad el texto redactado por Daniel Lord y Martin Quigley, el cine clásico
no habría dejado de reflejar, al menos mayoritariamente y hasta cierto punto,
dicho consenso.
Con todo, el periodo que transcurre de 1934 a finales de los
sesenta no deja de resultar excepcional en un determinado sentido: la
aplicación de unas reglas de censura de un modo extremadamente universal,
centralizado, estandarizado. Un solo código, una sola administración para
interpretarlo, unos patrones y rutinas que ofrecen soluciones típicas a típicos
problemas. La censura formando parte, en definitiva, del mismo proceso de producción,
como un código más, unas normas en convivencia —a veces pacífica, otras
francamente conflictiva— con todos los demás reglamentos, convenciones y
sistemas que operaron simultáneamente en esa hiperregulada fábrica (de sueños)
que fue el cine norteamericano.
En la línea de algunas investigaciones que conciben la
censura como una institución con una dimensión productiva, el presente cuaderno
pretende rastrear la huella del Motion Picture Production Code y sus
precedentes no sobre el contenido o las temáticas abordadas, sino sobre el
estilo narrativo y el modo de representación del Hollywood clásico. Sin ánimo
de agotar las posibles vías de acercamiento a la cuestión, ofrecemos a
continuación algunos de los principales interrogantes que pretenden abordarse:
- Censura y consolidación de un cine narrativo. El Código reguló aquello que podía ser dicho en un film pero también, especialmente, aquello que podía ser mostrado, y por cuánto tiempo: más que temas, el sexo y la violencia constituían atracciones que despertaban los sentidos y ofrecían un placer escópico puro, no dependiente de su engarce narrativo. Al condenar el regodeo gratuito, tratando de reducir a la mínima expresión el espectáculo visual irrelevante para el avance del relato —véase la velocidad y limpieza de la violencia, o la figura del osculum interruptus—, podemos pensar en la censura como un mecanismo que contribuyó a reforzar el carácter narrativo del film clásico, el encadenamiento abstracto de causas y efectos. Pero, ¿hasta qué punto llegó a limitarse, en verdad, el placer escópico en el cine clásico? ¿Qué tipo de atracciones voyeristas consiguieron sobrevivir a la censura, convenientemente estandarizadas? ¿Con qué recursos y mecanismos trató Hollywood de activar la imaginación espectatorial como sustituto de la efectiva mostración de la carne? En definitiva, y antes incluso del establecimiento del Código Hays, ¿qué papel jugó la autocensura en el paso de un cine de atracciones a uno de carácter narrativo, en la consolidación del modo de representación institucional?
- Censura y principios narrativos. Sin llegar al extremo de consentir los famosos cinco rollos de transgresión seguidos por uno final de redención o castigo, el Código fue relativamente permisivo con la representación del mal siempre que este no saliera bien parado. Se trató de reducir la ambigüedad moral estableciendo el principio básico de los valores compensatorios y unos patrones narrativos deterministas que inevitablemente contribuirán, por su reiteración como fórmula, a una cierta previsibilidad, característica del clasicismo narrativo. Esta tendencia de la administración censora a resolver los elementos conflictivos del texto modificando el desenlace, sin embargo, acarreará no pocos problemas en la construcción de las tramas que de forma abrupta debían conducir a una resolución a menudo inverosímil, poniendo en riesgo valores clásicos tan esenciales como la transparencia. Al mismo tiempo, la censura condujo al abuso de la elipsis para evitar la explicitud de las más recurrentes situaciones, dejando apenas sugerido todo aquello que no podía expresarse. Ambigüedad y opacidad colmaban así el texto fílmico de agujeros y amenazaban incluso con agrietar el encadenamiento causal del relato, fruto de un código de convenciones desarrollado con total cinismo para permitir una lectura inocente y otra sofisticada de un mismo texto fílmico. ¿Cómo se puso en pie este lenguaje secreto repleto de sobreentendidos, símbolos visuales, sinécdoques? ¿Qué papel jugaron los cineastas, la propia industria y administración censora o la crítica en su consolidación y difusión entre el público? ¿En qué medida contribuyó la censura a reforzar valores clásicos del estilo narrativo hollywoodiense –claridad, previsibilidad, clausura– o, por el contrario, fomentó la introducción de elementos problemáticos que lo encaminaban hacia su crisis manierista?
- Censura y proceso de producción. La oficina Breen participaba cual colaborador creativo en cada proyecto desde su misma puesta en marcha, tratando de evitar la intervención en las últimas fases de la producción, pero preservando su derecho a cortes sobre el montaje final. ¿En qué medida las necesidades de la censura afectaron al estilo de planificación dominante, que trataba de proveer al editor de muchos planos breves más o menos intercambiables, fáciles de sustituir o eliminar? ¿Con qué estrategias trataron ciertos cineastas de protegerse frente a la censura, optando por una planificación que dificultase el remontaje, desarrollando un lenguaje visual que permitiera a las transgresiones pasar desapercibidas, etc.?
- La censura en conflicto con otros sistemas. Dada la importancia que juega la infidelidad en la comedia, la transgresión en el melodrama, la violencia en el cine de gánsteres y el western, lo reprimido en el terror, etc., resulta evidente que buena parte de las convenciones de los géneros cinematográficos tendían al conflicto con los principios del Código Hays. De hecho, la forma definitiva adoptada por ciertos géneros –caso emblemático del film noir– no puede comprenderse sino como solución a las tensiones existentes entre los fundamentos de una tradición genérica y las exigencias de la administración Breen. En cierto modo, el mismo conflicto se presenta entre la censura y el star system, dado que los valores esenciales que definen el estrellato cinematográfico resultaban difícilmente compatibles con los valores puritanos. ¿Cómo se resolvían en los propios films clásicos los desajustes entre una star persona problemática desde el punto de vista de la censura y los arquetipos narrativos disponibles en Hollywood una vez pasado el filtro del Código Hays? ¿Qué estrategias permitieron resolver, en el seno de los géneros, la incompatibilidad de ciertas convenciones clásicas con el código de censura?
Aceptación de propuestas para la sección Cuaderno: hasta el
26 de noviembre de 2018.
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